Fernando Zárate
El reciente debate entre los aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México revela la incapacidad de las personas e instituciones para fomentar una participación ciudadana activa.
Uno de los principales retos que tiene la democracia es lograr que la ciudadanía participe de manera más activa. El debate chilango entre los aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México dejó en claro que esa medida le sigue quedando muy grande a personas e instituciones. No levantan el deseo de nadie de participar activamente, o siquiera de interesarse por algún tema en particular, y obviamente el resultado fue decepcionante. No se logró conocer el perfil de los candidatos, su trayectoria, experiencia, capacidad o desarrollo de propuestas. Lo mejor fue lo peor de la política: el chisme.
De inicio, el Instituto Electoral de la Ciudad de México fracasó como institución electoral que promueve un debate público como instrumento democrático para incorporar la opinión de la gente, representación de sus intereses, y expectativas. Después de lo observado no es siquiera posible traducir como quiere ser gobernada la ciudadanía de la capital, que preferencias y exigencias tiene y por lo tanto, los criterios que van a utilizar para ir perfilando el desarrollo de las campañas electorales. El ciudadano quedó más confundido que nunca, y los que apoyan a A lo seguirán haciendo, y los que apoyan a B, también. Sólo se enteraron de las acusaciones y chismes cotidianos –ninguna de ellas con pruebas e instituciones que lo hayan resuelto en definitiva– y por lo visto, tomará el lugar preponderante en esta contienda.